Un aficionado, una gandera y un torero catalanes hablan de la situación de la Fiesta en Cataluña después de que el Tribunal Constitucional revocara la prohibición
Rodrigo Carrasco/ LA RAZÓN. Alejandro Fernández es un aficionado práctico catalán de 26 años, que como otros valientes sin sueldo ni cargo, decidió hace ya más de seis años echarse a su espalda la defensa de la tauromaquia en su región. Ellos, gente anónima que no deben cuentas a nada ni nadie, son los que no se bajan del barco ni en las malas ni en las peores.
Una resistencia que a pesar de las enormes dificultades con las que se ha encontrado «sigue y seguirá en pie» tal y como confirman Ángela, Paco o Abel, algunos de los pilares de esta lucha sin descanso. Esta resistencia comenzó en 2011, cuando la Generalitat prohibió ilegalmente las corridas de toros y la desolación de Serafín Marín en el Parlamento Catalán dio paso a cinco largos años, los que hubo que esperar para que el T.C. la anulase.
¡LIBERTAD! La exigencia de los aficionados de Catalunya. |
Una afición que con la ausencia de festejos perdió su eje pero jamás su rumbo. Hace ya más de un año que el Constitucional se manifestó en contra de la prohibición, sin embargo, todos coinciden en que no se ha producido un cambio realmente sunstancial, ya que todavía no se han vuelto a celebrar corridas de toros en Cataluña.
Alejandro nos cuenta cómo vive su afición desde allí: «Estamos condenados al exilio, a emigrar a Castellón, Zaragoza o Ceret (Francia) para vivir nuestra fiesta. La prohibición no fue fruto de un debate «toros sí, toros no», sino una consecuencia más del independentismo exacerbado».
A pesar de que hoy el conflicto catalán está en boca de todos y no hay noticia que no pase por este epicentro informativo, son muchas las voces taurinas de allí, como la de Alejandro, que reconocen que «desde la prohibición nos hemos sentido bastante huérfanos y olvidados por el resto de la afición taurina. Quizás se nos dio por muertos antes de tiempo o confiaron en que con el paso de los meses se resolvería todo, pero en definitiva, faltó una reacción conjunta».
Alejandro es miembro activo de la Unión de Taurinos y Aficionados de Catalunya (UTYAC) que lleva años ocupándose de defender los derechos de los aficionados y mantener viva la llama de la tauromaquia catalana. Su Presidente, Paco Píriz, reconoce que este último año se han sentido especialmente desamparados: «Una vez que ya tuvimos la ley en nuestra mano, experimentamos una enorme impotencia al ver que no había ningún tipo de iniciativa por parte del colectivo empresarial. Ya no sabíamos a quién más recurrir».
Así llevan más de un año, esperando a que Balañá se decida a mover ficha y materialice la euforia y los rumores que hubo al principio. Además, Paco asegura que a pesar de todos estos obstáculos el volumen de afición taurina en Catalunya no se ha visto mermado, incluso ha crecido en algunos sectores: «Hay muchos jóvenes que sin haber visto jamás toros en nuestra tierra, se han involucrado con nuestra actividad». «A veces, que prohíban algo injustamente es la forma más eficaz para que la gente se vuelque con ello», apostilla Alejandro.
Pero las ilusiones de los aficionados no son las únicas que se rompieron en ese año 2011. Los mayores damnificados fueron los propios profesionales, que vieron censurada y boicoteada su actividad laboral, como es el caso de la ganadera Ángela Mur.
Su voz no relata una situación aislada o particular sino la de todas las ganaderías de bravo de dicha región: «Los últimos años han sido insoportables. Desde la Generalitat atacaron nuestra actividad sin ni siquiera antes acercarse a informarse sobre ella. Han hecho todo lo posible por forzar nuestra desaparición, prohibiéndonos durante cuatro años organizar tientas, nuestra principal fuente de ingresos y una actividad esencial para la cría de este ganado. Aún así, hemos aguantado».
Ángela Mur (Foto: José Carlos León). |
Ángela encuentra una de las causas de esta coyuntura en que los toros se hayan utilizado como un arma electoral: «Los toros no se deben politizar, ni para atacarlos ni para defenderlos. Me siento tan catalana como cualquier otro. Se ha extendido el falso mito de que las corridas de toros son mucho menos tradicionales aquí que los toros en la calle, los cuales sí están defendidos por las administraciones, pero nada más lejos de la realidad. Nosotros vivimos del campo, no de ideologías».
Pero si hay un nombre que concentra las esperanzas de la afición catalana ese es el de Abel Robles, novillero de Olot (Gerona) de 27 años que se ha convertido en el símbolo más real del presente y especialmente del futuro de esta resistencia. Él sabe lo que es luchar contra viento y marea, ponerse el mundo por montera plantándose «a lo loco» en Salamanca, Sevilla o Madrid, con el único objetivo de realizar su sueño.
Su carrera ha ido paralela a los años de la prohibición, desde que el 22 de abril de 2011 debutase como novillero sin caballos en uno de los últimos festejos en la Monumental barcelonesa, un día que sigue teniendo muy presente: «Cada vez que toreo de salón no puedo imaginarme otra plaza que no sea la de Barcelona».
Pronto decidió salir a buscarse la vida lejos de casa en busca de mayores facilidades, primero a Sevilla, siguiendo los pasos de Serafín Marín y luego a Madrid donde fue acogido por Iván Vicente. «Ambos me han abierto las puertas de su casa y de su experiencia».
Natural de Abel Robles en su debut con picadores en Madrid (Foto: Blog De Sol y Sombra) |
Abel hace lo imposible por al menos poder seguir soñando con su auténtica vocación. Estudia, trabaja y hasta fabrica ayudas con palos de golf, sin perder nunca el toreo como su máxima prioridad, incluso cuando no puede ejercerlo profesionalmente. Un espíritu casi imposible de entender en cualquier otro sector, sin embargo, él con sus dos trajes de luces de segunda mano, los que cuida como oro en paño, vive con absoluta normalidad: «Todo a lo que renuncio por mi profesión no son sacrificios, sino los medios necesarios para alcanzar mi sueño».
Además, el novillero catalán reconoce encontrar consuelo en ejemplos de otros toreros de afición desmesurada como Paco Ureña, que hace poco pasaban por su misma situación y hoy llenan las plazas más importantes del mundo. Pero lo que a Abel le aportó un verdadero foco de esperanza fue la tan buscada oportunidad en Las Ventas el pasado septiembre. Una tarde en la que dejó y vivió grandes sensaciones. «A pesar de la espera y de que ya fuese septiembre, sentí estar en el momento justo y en el lugar preciso».
A pesar de todos estos cambios de residencia, Abel no olvida de donde viene: «Me siento totalmente comprometido y agradecido con la Escuela Taurina de Catalunya que a pesar de pasar por un momento muy difícil, sigue en su empeño por ayudar a todos aquellos valientes que como yo se resisten a rendirse». Todos coinciden en que lo peor parece haber pasado y comienzan a avistar un horizonte más optimista.
Alejandro y Paco esperan que llegue una alternativa política que devuelva a Catalunya a los cauces de la legalidad. Mientras, Ángela Mur está recuperando el nivel de actividad e ingresos que tenía antes de la prohibición. Y Abel tiene por delante su temporada más ilusionante, en la que espera que todo su esfuerzo y aquella tarde en Madrid den lugar a nuevas oportunidades y en fechas más tempranas. Pero aunque el 2018 no cumpla todas sus expectativas y las plazas catalanas sigan vacías y ellos llenos de frustración, persistirán sacrificándolo todo a cambio de nada.
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