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sábado, 25 de junio de 2016

Chota, la incomprable


- Por: César Terán Vega (*)

La Fiesta Brava es una pasión de multitudes en el Perú. En el apogeo del centralismo económico, social y administrativo, se decía, equivocadamente, que el “auténtico” toreo, aquel de prosapia castellana solamente se podía apreciar en nuestro legendario coso de Acho, en la Lima de los virreyes. Nada más erróneo. Cada provincia, cada remoto pueblo ya tenía sus propias ferias taurinas, generalmente vinculadas a las fiestas patronales.

Eso sí, como parte del mestizaje cultural, las culturas indígenas han ido contribuyendo con sus propios aportes al desarrollo de la tradición taurina que trajeron los españoles, empezando por el rey de la fiesta, el toro.

Plaza de toros El Vizcaíno de Chota, 25 de junio de 2016
Cierto que hasta la mitad del siglo XX casi no habían plazas monumentales, los cosos se armaban con gruesas vigas de eucalipto. Las barreras se completaban con grandes camiones. Esa costumbre hasta ahora sobrevive en varios pueblos, pero cada vez son más las ciudades andinas que cuentan con hermosas plazas construidas con todos los cánones del arte de Cúchares.

Hoy son numerosos los festejos con toros de casta nacionales y extranjeros, generalmente colombianos, y carteles de toreros franceses, españoles, portugueses y americanos que alternan con nuestras propias figuras.

Año 1901. Primeras corridas de toros en la Plaza Principal de Chota. Nótese al centro la pileta que se conserva hasta la actualidad (Foto:  Segundo Wilson Pérez)

Tal es el caso de Chota, histórica e ilustre provincia de Cajamarca, hasta donde llegó en los años 20 del siglo pasado, Juan Fernández Lorenzo, un torero español nacido en Zamora que se hizo llamar con el gentilicio de “El Vizcaíno” porque fue en Vizcaya donde se hizo torero.

El coleta se enamoró de un dama chotana y de toda la maravillosa naturaleza de esa tierra de agricultores, maestros, poetas y de otros destacados profesionales. Cayó enfermo de neumonía y murió en 1935, pero inculcó su pasión taurina en sus hijos. uno de los cuales donó en 1969, 300 bolsas de cemento par construir el primer anillo de un coso que nada tenga que envidiar a cualquier plaza del mundo.

Al comienzo era un sueño. Mas ese anhelo encontró el respaldo de las sucesivas autoridades y del pueblo chotano y ahora vemos que esa ilusión se ha cumplido plenamente con la monumental plaza “El Vizcaìno”.

El hermoso ruedo agigantó la afición taurina de los chotanos. Y no se crea que esa pasión era, por así decirlo, propiedad exclusiva de las principales familias de la ciudad. Hoy como antes, la mayoría de los tendidos son ocupados por campesinos agricultores y ganaderos, quienes en cada faena demuestran saber más de toros que muchos aficionados de la ciudad.

Si usted tiene la oportunidad de asistir a una corrida de toros en Chota, en la Feria de San Juan Bautista, de seguro quedará gratamente impresionado por esos llenos de bandera en los tendidos, donde “no cabe ni una aguja”, como se suele decir.


La demanda de entradas empieza con bastante anticipación. Muchos aficionados se quedan sin entrada y tienen que esperar la noche para apreciar la corrida en sus domicilios, en algún restaurante, o en la proyección en la plaza de armas, al aire libre.

Protagonistas especiales de cada tarde toros son los niños del campo y la ciudad. Las imágenes que les brinda TAUROMAQUIAS.com son elocuentes.



En Chota hay tardes de sol resplandeciente y cálido, y sobre la plaza desfilan níveos copos de nubes en un cielo azul añil maravilloso. En otras oportunidades la reverberante tarde se ensombrece con lluvias torrenciales y granizadas y las bandas de música son casi silenciadas por estremecedores truenos y fulgurantes rayos. Así y todo, nadie se mueve de su asiento ni se pierde ni un detalle de la faena y los matadores tienen que responder al reto con entrega.

Por estas y otras circunstancias, únicas en el mundo, la plaza de toros de Chota es y será incomprable.

Llueve o truene, en Chota nadie se mueve

(*) Publicado el 30 de junio de 2013.

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