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sábado, 16 de enero de 2016

Andrés Roca Rey: Saber lo que quieres y para qué lo quieres es la clave del éxito en todas las profesiones


Entrevista al matador peruano que triunfa en todas las plazas publicada en el diario El Tiempo

FELIPE MOTOA FRANCO/EL TIEMPO. Cornadas en la ingle, los gemelos, el muslo y la pierna. Con 19 años, estas son las marcas que definen el cuerpo de Andrés Roca Rey como el de un matador de toros.

Nacido en el barrio Miraflores (Lima, Perú) en 1996, en el 2015 y lo que va del 2016 se proyecta como la principal figura emergente del mundo taurino: de España a Francia y de Perú a México, pasando por Colombia, no ha visitado un país sin dejar de abrir al menos una puerta grande.

El primero de junio del 2014, debutó como novillero con picadores, en una corrida celebrada en Captieux (Francia). Aquel día “me impresioné fuerte al ver el volumen de los novillos, pues pasaba de torear con becerros, prácticamente, y la diferencia de tamaños era grande. Los franceses, cuando salió el novillo, exclamaron ‘uuuuuhhhh’, y lo mismo hice yo, porque su cabeza era bien grande. Pero después lo disfruté muchísimo y corté tres orejas”, recuerda el limeño.

El viernes en la mañana, el muchacho que supo salir en hombros, como novillero, de las plazas españolas de Las Ventas (Madrid), Real Maestranza (Sevilla), Valencia, Pamplona, Bilbao y otras tantas de primera categoría (en el 2014 y el 2015), esperaba la tarde de este sábado, cuando lidiará dos toros de Mondoñedo en la plaza de toros Marruecos (Puente Piedra, sabana de Bogotá).

“Creo que fue algo muy malo que cerraran la plaza de toros de Bogotá, porque la fiesta brava es del pueblo. Aunque nunca he estado en La Santamaría, sé que la mayoría de las veces que había corrida se llenaba. Bogotá es una ciudad con mucha afición taurina y por eso sé que la volverán a abrir”, comenta.

Es un joven tranquilo. Goza del campo o la ciudad, según se le den las cosas. En una finca de Puente Piedra, habla con los periodistas, mientras les da de comer zanahorias a un trío de caballos. Sonríe y les acaricia las crines, sin dejar de responder a las preguntas.

Tras los rotundos éxitos con los novillos, recibir la alternativa como matador era inevitable. En Nîmes (Francia), lo invitaron a tomarla el 19 de septiembre del 2015. Con los maestros Enrique Ponce (padrino) y Juan Bautista (testigo), mató sus primeros toros.

La suerte, tan variable en su oficio, estuvo ahí: abrió su primera puerta grande en las ligas mayores de la tauromaquia: cortó dos orejas en un plaza que también le dio la alternativa (1998) a una de las figuras que lo animaron a seguir el camino de la muleta, Julián López el ‘Juli’.

De ahí en adelante, triunfos, sobre todo en América: ganador del Escapulario de Oro a mejor faena en la Feria de Acho (Lima, noviembre del 2015), mejor faena en la Feria Taurina de Cali (diciembre del 2015), puerta grande e indulto en la Feria de Manizales (enero del 2016), puerta grande en la Feria de Duitama (el fin de semana pasado).

Tras lidiar en Puente Piedra, toreará en México. Luego regresará a Colombia para estar en Medellín (6 de febrero próximo), y en adelante buscará sus metas en la gran temporada europea: unas 50 corridas, si un toro no lo impide.

Antes de la corrida de este sábado, habló de sus orígenes, del arte en el que se juega la vida y de cómo hizo para ponerse en la mira del mundo taurino que hoy lo aclama.

¿Qué lo decidió a tomar el camino de los toros?
Es una decisión que llegó desde chiquito: a los 6 años me llevaron a la plaza de toros de Acho (Lima), y de entrada me gustó. Me impactaba cómo los toreros iban tan bien vestidos y peinados, y luego cómo salían de la plaza. Cuando regresaba a casa me vestía muy bien para jugar a los toros. Regaba el jardín para que hubiera barro, y trataba de ensuciarme para quedar como los toreros.

¿Recuerda algún matador que lo cautivara?
César Jiménez (español), que fue a Lima y causó una impresión tremenda, una revolución. También me gustó muchísimo el maestro Julián López el ‘Juli’. En ese tiempo yo no sabía de toros, ni la técnica, sino que me fijaba en cosas naturales, como lo hace un niño, como las volteretas que daban por las embestidas de los toros.

Y los primeros lances con técnica, ¿cuándo fueron?
Siempre tuve una mantita que parecía un capote: me la hicieron justamente para que jugara a los toros. La hizo mi hermano Fernando (también matador). En ese tiempo él era novillero, recién empezaba, y yo lo acompañaba a la escuela taurina y a las primeras novilladas.

Por él también me metí más. Luego le dije a mi papá que quería aprender. Él vio que yo no sabía cómo se toreaba, entonces me llevó al maestro Luis Miguel Rubio, el mismo que le enseñó a mi hermano. Dos o tres veces por semana, iba a mi casa y entrenábamos en el parque Reducto (del barrio Miraflores): ahí aprendí cómo se cogía el capote.

¿Cómo fue su primer enfrentamiento con un animal bravo?
Empecé a entrenar, y luego molestaba a un ganadero, amigo de mi padre, que se llama Rafael Puga (matador retirado, peruano): le decía que cuándo me iba a echar una res de su ganadería. Un día me preguntó por mi cumpleaños, le dije que el 21 de octubre, y me respondió que ese día me iba a echar una vaquita brava para que la toreara.

Así fue, me pusieron una vaquita muy chiquita, en medio de una fiesta en el campo. Cuando intenté tirarle un capotazo, salí de para arriba, me cogió y di una voltereta: ahí mismo me paré, porque había visto muchas películas en las que los toreros se paraban enfadados; entonces yo, con las ideas de las películas que veía, traté de hacer lo mismo. Era imitando a los toreros, pero viéndolo hoy, creo que eso es lo más natural que he hecho. Esto fue para mi cumpleaños número 7, en el 2003.

Andrés Roca Rey cuando se anunciaba como El Andi en Acho 2007 (Foto: Rafael Morán La Rosa).
Pasaron los años, se formó como novillero y fue a la escuela La Recua (España), del maestro retirado José Antonio Campuzano. Se venía el éxito.
Sí, y llegó una fecha clave: el 19 de abril del año pasado, cuando abrí la puerta grande de Las Ventas (Madrid), como novillero. Esa novillada me impulsó para torear en otras plazas y triunfar. Para llegar allí hubo otros momentos claves, en distintas plazas, entrenamientos, viendo el toro y la vida de una manera diferente. Creo que la filosofía de vida influye mucho: saber lo que quieres y para qué lo quieres, esa es la clave del éxito en esta y en todas las profesiones.

¿Qué siente ahora frente a los toros que lidia?
Siempre se le tiene respeto al toro, así sea un becerro. Es el que más te ayuda o menos te ayuda (según sus cualidades y calidades). Los toreros son conscientes de que se están jugando la vida y puede llegar la muerte. La muerte es algo que nadie conoce, y a lo desconocido el ser humano le tiene pánico. Entonces uno se para en la arena y expresa su verdad.

¿Es una carga tener que llevar a cuestas la lucha para que la fiesta brava prevalezca, por encima de los detractores?
Uno siempre busca esa responsabilidad, estar bien para llevar más gente a ver los toros. Uno trata de que cada día vayan doscientas, quinientas personas más a la plaza, o una masa completa. Es una responsabilidad grande, aparte de la primera, que es jugarse la vida.

Creo que toreros, empresarios y ganaderos debemos ayudar a que más gente vaya a la plaza y pueda ser feliz en ella. En Manizales, por ejemplo, vi mucha cara joven en los tendidos: es porque les vendieron un abono especial con buen precio. Además, los matadores debemos acercarnos más a la afición.

Ha sufrido cuatro cornadas. ¿Por qué regresa después de esas heridas?
Es algo que asumes desde que te metes en esta profesión. Depende también de las circunstancias y de la gravedad de la cornada, pues puede que te permita seguir o no. Uno en el ruedo piensa mucho, y cuando no lo haces arrollas la razón, o surge algo mejor que todo lo que has hecho antes.

¿Percibe diferencias entre torear en América y Europa?
Los públicos son distintos en cada país, según su tradición y lo que aprende cada chico. Lo que es verdad es que ante las sensaciones y el arte, cualquier público reacciona. Porque el mundo del toro es arte: cuando uno se para en la arena, expresa toda su verdad, de manera que entre el toro y el torero hay una compenetración.

Después de conseguir los máximos trofeos como novillero, ¿con qué sueña?
Más que soñar, soy una persona de metas. La primera es ser feliz en mi profesión, aparte de triunfar. Y tengo un par de metas más…

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