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martes, 28 de octubre de 2014

MUERE JOSE MARIA MANZANARES A LOS 61 AÑOS


Su familia ha encontrado el cuerpo sin vida del maestro en su finca. No sufría enfermedades

Se le consideraba Torero de Lima y Acho le esperaba el 9 de noviembre, acompañando a su hijo 

El torero José María Manzanares ha muerto hoy a los 61 años de edad por causas aún desconocidas, ya que el matador no padecía ninguna enfermedad y su fallecimiento ha sido de forma repentina según informa su familia.

José María Dols Abellán, verdadero nombre del torero, ha sido encontrado hoy sin vida en su finca de Trujillo, en Cáceres (España) donde se despidió ayer de su hijo antes de la gira que éste va a emprender por México.

El torero fue considerado como uno de los grandes de la tauromaquia en España en la década de los 70, 80 e incluso de los 90. Pertenecía a una gran saga de toreros empezada por su padre, el banderillero Pepe Manzanares y que continúa su hijo, también llamado José María.


Además, José María Manzanares padre es considerado como uno de los toreros más prolíficos de la historia, al haber participado en más de 1700 corridas, un dato que le vale para ser considerado como el matador que ha participado en más corridas del siglo XX.

En el Perú fue considerado 'Torero de Lima', un título no oficial que la afición concede al torero que conquista el alma de la afición de Acho. Ganó el Escapulario de Oro del Señor de los Milagros cuatro temporadas: 1977, 1979, 1985 y 1988, hazaña solo igualada por Enrique Ponce.

El maestro había anunciado su regreso a Lima para el domingo 9 de noviembre, acompañando a su hijo, y los peruanos se alistaban para recibirle con merecidos homenajes.

Se le suele recordar vestido de tabaco y oro, ejerciendo un toreo clásico y de estética inigualable. Si un toro le parecía muy malo para su muleta, abreviaba la faena enojado, sin importarle las matracas; luego, en el siguiente toro, bastaba verle desplegar su capote a la verónica con empaque y elegancia únicas, para volver a poner a todos los tendidos de acuerdo y para que vuelvan a tronar los oles, haciendo crujir los viejos maderos de la romántica plaza de Acho.

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