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martes, 13 de mayo de 2014

ADIÓS CÉSAR, POETA PERIODISTA

EL PERUANO. El periodismo peruano está de duelo: a los 67 años de edad partió el periodista cajamarquino César Terán Vega. Dejó cátedra a generaciones de hombres de prensa. A las 6 de la mañana de ayer, la hora en que la redacción de El Peruano y la agencia Andina empieza sus labores diarias, la larga sala se enlutaba con una noticia: César Terán Vega, el editor de la sección Opinión y encargado de elaborar las editoriales de nuestro diario, daba su último suspiro a la misma hora, en la unidad de cuidados intensivos del hospital Guillermo Almenara.

A César, finalmente, lo había derrotado ese cáncer en el hígado contra el que él luchó con fuerza, durante varios meses. A ello se sumó la diabetes. Pero inclusive, en el verano último, continuó alimentando con su pluma las páginas de El Peruano, postrado en su cama, convaleciente de una operación.


Paradojas, César nos dejó el día en que la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, su alma máter, cumplía un nuevo aniversario. Falleció a los 67 años de edad y decenas de periodistas lo lamentaron en su muro de Facebook, donde en estos meses su hijo Vladimir nos comentaba sobre su delicado estado de salud.
“César Terán era un maestro, de la crónica y de la amistad. Varias redacciones lo extrañarán”, escribió Juan Gargurevich. “Se va su pluma solemne, traviesa y soñadora, cargada de los tácitos símbolos de un poeta”, decía Juan de la Puente.

No falleció un periodista cualquiera, se nos fue Terán, cuya caballerosidad, buen oficio y poesía de la palabra nos acompañó por décadas. Se fue un maestro del oficio y por eso su velatorio fue anoche en el Colegio de Periodistas de Lima, en Lince. Era lo mínimo.

Ahí se recordó, entre anécdotas, el paso de César por las redacciones del semanario Caretas, los diarios La Prensa, La Crónica, Expreso, La República y El Peruano y la agencia de noticias Andina.

El periodista fiel
Tenía diversas cualidades: podía ser el jefe más exigente y curioso en diversos temas, dijeron. A la vez, fue de los bohemios que gustaban de la charla sobre los problemas del país y de la bella literatura. Un consejero que ponía a la familia por delante; para él, quien de joven había perdido a su esposa Alcira y, años después a uno de sus dos hijos, Dante, la familia era lo más sagrado.

Era un generoso compañero que tenía una gran sensibilidad por los temas sociales, lo que le permitió escribir también grandes crónicas a su paso por los distintos medios. A la par, tenía un amplio conocimiento de la realidad del país, de la política y, sobre todo, la vida.

Era de los periodistas de fuste, que tomaba el oficio como un apostolado. No era raro verlo culminar sus labores pasadas las 10 de la noche y aún tener cuerpo para tomarse unos tragos comentando las vicisitudes del día. “En esos encuentros aprovechaba para escribir poemas sobre cualquier servilleta de papel que encontraba”, recordaba a la agencia Andina Octavio Huachani, con quien trabajó en los años ochentas. En los últimos años también se metió en el mundo cibernético y alimentó el blog La Buhardilla, visiones del Perú y el Mundo.

Como buen hijo de Huambos, provincia de Chota, región Cajamarca, César era apasionado de la tauromaquia y cronista taurino. Por ello, junto a su hijo Vladimir alimentaba un blog y un portal dedicados al tema.

Lo agradable de él, como recuerda César Chaman, es que no imponía un fanatismo. “Era muy respetuoso de quienes estaban en contra de los toros. Lo mismo, su hinchaje por la ‘U’ era sosegado: gozaba con los triunfos de su equipo, pero jamás hacía burla del rival caído. Hasta en eso era un caballero”. Es cierto, las redacciones no paran, lo sabes, César. Pero los buenos ejemplos quedan para ser seguidos. Hasta siempre, querido César. Maestro. Camarada.

SUS POEMAS

Camino del viento
Camino del viento
viajo hacia el ido tiempo
desalmado, descorazonado
moribundo
rebusco vidas extinguidas.
Camino del viento
vuelvo, sueño
aún batallo
contra el Tiempo.

Aquí estoy (*)
Aquí estoy aún
en el rincón ignoto
burlando a la ladrona de la vida
aquella pérfida
ha marchitado las flores más amadas
depredó mis bosques ensoñados
derribó mil puentes
pero aún soy
estoy
en el mar
en la montaña
en el río
en mi ternura
una tarde cualquiera
o una madrugada parda
sin azul
un ocaso trágico
una retinta noche
¿quién lo puede predecir?
aquella pérfida
lapidará mis sueños y mis ojos
así ya no podrá regalarles mi corazón
todos los días
para qué sirve un pan sin horno
un reloj que ya no da la hora...

(*) Publicado en la revista Qué Tal, del Club de Periodistas del Perú.

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