El laureado escritor es uno de los peruanos universales que más ama y defiende las corridas de toros, afición que comparte con otros Premios Nobel de hoy y de siempre como Octavio Paz, Gabriel García Márquez y Camilo José de Cela.
Como homenaje a tan encumbrada distinción y como prueba de su contundencia intelectual les invitamos a leer 'La última corrida', uno de sus esclarecedores artículos sobre la Fiesta Brava:
Aunque las corridas de toros han tenido siempre detractores -entre ellos mi admirado Azorín- hasta ahora nunca estuvieron en peligro de desaparecer. Eso ha cambiado en nuestra época debido a la creciente sensibilidad que la cultura occidental, signada por el ecologismo, ha desarrollado frente a temas como la preservación de la naturaleza y la necesidad de combatir la crueldad de que son víctimas los animales, el anverso y reverso de una misma medalla. La decisión del Ayuntamiento de Barcelona de declarar a la ciudad condal anti-taurina podría ser el principio del fin de la fiesta. Recordemos que desde hace algún tiempo dormita en el Parlamento Europeo un proyecto de prohibición de las corridas en la Unión Europea que, luego de la iniciativa catalana, podría ser activado y, si es puesto al voto, seguramente será aprobado.
NOBEL AFICIONADO. Vargas Llosa observa tentar a Finito de Córdoba en junio de este año en Sevilla, el día que recibió el premio al periodismo taurino del diario ABC |
Ahora bien, reconocido el hecho capital e insoslayable de que la fiesta de los toros somete al astado a unos minutos de tormento que preceden a su muerte y que para ciertas personas esto resulta inadmisible, todo debate sobre este tema está en la obligación, para ser coherente, de desplegarse dentro del contexto más general de si toda violencia ejercida sobre los animales debe ser evitada por inmoral, o si sólo la taurina es condenable y otras, más disimuladas, pero incluso mucho más multitudinarias y feroces, deben ser toleradas como un mal menor. De todo lo que he leído al respecto, sólo J. M. Coetzee me parece haber llegado hasta las últimas consecuencias, a través de su álter ego, Elizabeth Costello, para quien los camales donde se benefician vacas, corderos, cerdos, etcétera, son equivalentes a los hornos crematorios en que los nazis incineraron a los judíos. Por lo tanto, ningún ser viviente puede ser sacrificado sin que se cometa un crimen. Me pregunto cuántos de los partidarios de la supresión de las corridas están dispuestos a llevar sus convicciones hasta este extremo y aceptar un mundo en el que los seres humanos vivirían confinados en el vegetarianismo (o peor, en el frutarianismo) radical e intransigente de Elizabeth Costello...
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Lee también: Torear y otras maldades, otro de los reveladores artículos en defensa de la tauromaquia publicado este año por Mario Vargas Llosa en el diario El País.
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