Se mantiene la leyenda de Lima, pero en el balance no todo es positivo
Página taurina publicada Hoy por TAUROMAQUIAS.com en el diario El Men
Los Escapularios de Oro y de Plata de la Feria Taurina del Señor de los Milagros, otorgados tradicionalmente a la mejor faena y al mejor toro, fueron declarados desiertos tras las deliberaciones del Consejo Taurino que duraron casi una semana.
A juicio mayoritario de los miembros del jurado nombrado por la Municipalidad del Rímac, la colocación de la estocada con la que culminó la extraordinaria faena de Julián López ‘El Juli’ la tarde del domingo 5 de diciembre, fue pasada y caída restando sus méritos para hacerse con el codiciado trofeo.
Fue el mismo argumento sostenido por el juez de plaza para concederle a ‘El Juli’ solo una oreja a pesar de que el público le hizo dar dos vueltas al ruedo. La polémica entre los puristas y los partidarios del triunfo está servida, pero entre el blanco y el negro hay varios matices de gris.
El mismo Consejo Taurino se había puesto una valla alta al establecer previamente en las “Bases para la concesión de los Escapularios” que para ambos trofeos serían muy importantes las condiciones del toro lidiado, su bravura, edad y peso, trapío y lo ofensivo de sus astas.
Además dichas bases estipulaban que sería de “primordial importancia la ejecución de la suerte suprema. Evaluando que se haya ejecutado cumpliendo con los tres tiempos: arrancar, cruzar y salir por el costillar, así como clavar en todo lo alto”.
Con estas y otras exigencias más, propias de cualquier plaza de primera, ya no sorprende tanto que se hayan declarado desiertos los premios por segundo año consecutivo. Pero no basta con ser reglamentaristas de primera.
Para que la Feria del Señor de los Milagros mantenga su categoría tendrían que mejorar muchas cosas. Las nuevas autoridades de la Municipalidad del Rímac deberán tomar en serio la Plaza de Acho todo el año y no solamente protagonizar desaciertos y debilitar la unidad de los estamentos taurinos.
Otro tanto se puede decir de la Beneficencia de Lima, desde donde se oyen promesas y esbozos de proyectos pero en concreto, nada de nada.
Tampoco debería sorprender mucho que la feria no tenga triunfadores siendo solo de cuatro corridas y con apenas dos matadores alternando más de una vez.
Lima debe ver más corridas, más toreros y, sobre todo, más toros.
Aunque se mantiene y pervive la leyenda de Acho. Los encierros colombianos no dieron juego en toda la temporada. No deberían importarse más Ahumadas.
Los carteles de matadores fueron de primera. Bien la empresa una vez más, aunque los precios de las entradas sueltas fueron prohibitivos, sobre todo para las últimas tardes.
Sin embargo, los aficionados respondieron, los tendidos estuvieron hambrientos y anhelantes de alguna buena tarde, digna de la Primera Plaza de América.
Los tendidos no se llenaron hasta la bandera en ninguna de las tardes, pero hubo pocos claros, fue una temporada de mucho ambiente y muchas lecciones. La última tarde de abono, fue la gran esperanza. Todos esperábamos que, en la última corrida, el encierro nacional de la casa Puga cambiara la historia.
No fue tanto así. Lo que le faltaba a los toros de La Ahumada y la subsidiaria colombiana de Ovejas, le sobraba a los de Roberto Puga, pero, en el balance, tampoco estos estuvieron a la altura.
Se reconoce al toro como el rey de la fiesta. Ahora hemos visto que con toros mansos como los colombianos se puede lidiar, aún triunfar, como lo han hecho en las tres primeras corridas, Cubas, Cayetano, Ponce, pero quedará siempre en los tendidos una mano no estrechada, un abrazo a medias, un frustrado encuentro.
En el recuerdo perenne quedará la épica faena del huancaíno Juan Carlos Cubas, quien se llevó por segundo año consecutivo el Premio de la Peña Juvenil Taurina Los Erales al mejor matador peruano.
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