Segunda corrida de toros de la Feria del Señor de los Milagros en Lima
- Fotos: Rafael Morán La Rosa
Tenían los tendidos seculares de Acho tanta expectativa con tremendo cartel.
Morante de la Puebla, el mágico heredero de Chicuelo y Belmonte y toda esa raza sincrética andaluza.
Miguel Ángel Perera, el conquistador de triunfos memorables en la arena legendaria del Rímac.
Y Cayetano Rivera Ordóñez, un torero tan encastado y tan moderno. Aquel paradigma de su generación que en los ruedos lidia con la sangre, el arte y el valor de sus ancestros y, afuera, en las pasarelas de Armani, es producto mayor de la publicidad como viril ‘sex simbol’.
Pero los toros… el encierro colombiano resultó lamentable. Los seis mal presentados, en general, fuera de tipo, faltos de peso y de presencia.
La nobleza y la bravura estuvieron ausentes en una tarde que, sin embargo, resultó aleccionadora porque la terna de matadores estuvo encima de los marrajos y de la adversidad.
Nos envolvía la sombra del olvido, pero hubo luces, destellos y relámpago. Y el final feliz cayó de Cayetano.
Felizmente pisaron el albero de la Catedral Taurina tres figuras de la tauromaquia.
Acho guardó uno de sus legendarios silencios al observar la primera faena de Morante, que lidió y se paró, pero poco consiguió del manso.
En su segundo, un marrajo incierto y justito de peso, manso, que debió ser devuelto a los corrales, el de la Puebla supo darle la lidia adecuada y dio una lección de honradez y profesionalidad. Sabía que no era una faena triunfal, pero resolvió la papeleta a la altura de su rango.
Miguel Ángel se vio con el peor lote del pésimo encierro de La Ahumada. Sun embargo, demostró mando y temple en sus dos ejemplares. Al segundo de la tarde le hizo la faena que parecía imposible, pero todo acabó en pinchazos.
Foto: Virgilio Grajeda/La República |
También se partió la pezuña el 3º, otro manso del que tuvo que deshacerse rápidamente Cayetano.
Goloso, el último de la tarde, un colorado, ojo de perdiz, un poco gachón, se rajaba y daba señales de manso como sus compañeros de divisa, pero algo se arregló con la excelente pica de Manuel Cid Begines.
El llamado de la sangre y de la estirpe. Cayetano nos regaló un recital variado de toreo y mágica empatía con Lima.
Emocionado, el heredero de luces se quitó los zapatos y desplegó su arte.
Dominando a un enemigo bronco y descastado, apareció otra vez como en las épocas doradas de Paquirri, esa geométrica danza entre el hombre y la fiera. La danza de la vida con la muerte.
Mató al segundo intento. Una oreja del público, otra del juez, vuelta el ruedo, Puerta Grande en una tarde que parecía imposible.
Domingo 21 de noviembre de 2010. Plaza de toros de Acho
Más de media plaza en tarde soleada.
Toros de La Ahumada, de Colombia. Terciados, mansos, salvo el sexto que se rajó menos. Pitos en los arrastres del 1º al 5tº. Silencio al 6tº
Morante de la Puebla, de verde botella y blanco. Silencio y Silencio.
Miguel Ángel Perera, de malva y oro. Silencio y silencio.
Cayetano Rivera, de azul marino y oro. Silencio y dos orejas.
Destacaron en las banderillas el español Juan Sierra Palma, en el segundo toro de Perera; y el peruano Dennis Castillo, en el segundo de Cayetano. Ambos saludaron desmonterados desde el tercio.
El banderillero de Morante, Rafael Cuesta, fue cogido por el 4tº de la tarde y tiene fractura de peroné. Fue trasladado a la clínica El Golf donde fue enyesado y se le pronostica una para de dos meses por lo menos.
Regresó a Acho el banderillero Alejandro Arrieta ‘El Tata’, con el ánimo arriba, como buen torero, pese a haber perdido una pierna a causa de la diabetes. Su plaza lo recibió con una sonora ovación de todos los tendidos.
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