Docente, político y ganadero taurino Marcial Ayaipoma defiende en el ruedo sus afectos y filias taurófilas
"Es muy importante la presencia y el trapío y la edad del animal, que se vea inmediatamente los cuatro años cumplidos, cosa que no se ha visto en muchas corridas pasadas. Cuidado con esto"
- Enlace a la entrevista de José Carlos Valero de Palma publicada esta semana en la revista Caretas
La amistad, volando como las águilas, puede llegar a alcanzar alturas inmensas, esas alturas que solo pensamos que pueden ser arañadas por el amor. El amor es un sentimiento fuerte, explosivo, tumultuoso, que tiene efectos de rebote como el batir de las olas marinas en los roquedales costeros. En la amistad no; en la amistad no hay intercambios, ni ensoñaciones, ni exigencias anímicas, ni disfrutes sexuales, ni arrebatos pasionales ya que en la amistad no hay transvases emocionales necesarios para la búsqueda de la felicidad en pareja. La amistad es una mano abierta que da y que no se cierra jamás. Es el sentimiento más puro que existe ya que en él no hay un átomo de egoísmo y por eso, ahora, tras escuchar las palabras de Marcial Ayaipoma que me han expuesto las diversas e importantes actividades en las que anda últimamente inmerso y verlo, en este mismo instante, hablar con un grupo de amigos y admiradores (la servidumbre del famoso) que, coincidentemente, están también almorzando en el restaurante Costa Verde en una mesa aledaña a la nuestra y se han levantado para saludarlo, yo me quedo solo en la mesa pensando cuál es la característica más importante que puede definirlo. Inmediatamente lo veo todo claro. Ni docente, ni político, ni hombre de negocios, ni empresario taurino, ni ganadero, ni nada de nada, porque no hay nada que lo ensalce más y lo haga más importante “per se” que esa maravillosa y bellísima historia de una gran amistad que lo ha tenido a él como protagonista principal. ¡Jamás, a lo largo de mi vida, he visto una amistad tan cuidada a través del tiempo! Esta amistad llega ahora incluso a acariciar las estrellas ya que el otro pilar de esta historia, el torero Antonio José Galán, muerto el 12 de agosto del 2001 en un accidente de tráfico en España, sobrevive hoy a través de los homenajes y recuerdos que todos los años se le hacen emotiva y puntualmente en el Perú por obra y gracia de su amigo que no lo olvida. Marcial vuelve a sentarse frente a mí y yo, con la mente llena de esa amistad sublimada le hago la más lógica de las preguntas:
–¿Cuándo se hizo amigo de Antonio José Galán?
–Cuando lo conocí. En el año ’71 lo contraté para la feria que titulé “Ciudad blanca de Arequipa”, en la que se dio el Escapulario de Oro de la Virgen de Chapi.
–¿A los 28 años ya era usted empresario taurino?
–Tenía experiencia de haber dado novilladas en Acho en el mes de mayo durante varios años...
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