La plaza de toros de Valencia tuvo menos de media entrada en tarde nubosa y de bochorno.
De toros de la ganadería de Valdefresno, el 4º y el 6º con el hierro de Hermanos Fraile Mazas. Todos los animales fueron serios y de poco juego, aunque alguno incluso desarrolló peligro. El mejor, el 3º.
César Jiménez: pinchazo, estocada caída y descabello (silencio); y pinchazo, media caída y descabello (silencio).
Daniel Luque: pinchazo y estocada (ovación); y pinchazo, y estocada corta, caída y tendida (silencio).
Rubén Pinar: pinchazo y estocada atravesada (oreja); y buena estocada (oreja).
El primero de Pinar fue el más potable del encierro. Mansito y noble, se desplazó sin humillar y ya permitió el lucimiento del torero en el quite de Jiménez. El manchego le cogió el aire muy pronto al animal, llevándolo tapado y tirando mucho de él. Faena muy técnica, epilogada con unos circulares que acabaron por rendir al público. El pinchazo previo a la estocada no fue óbice para pasear la oreja.
El sexto, pese a no entregarse en la embestida, de la que salía siempre suelto, repitió en infinidad de ocasiones, lo que aprovechó Pinar para torearlo sobre todo al natural, por donde dibujó series que tuvieron largura y ritmo. Por el derecho lo sujetó hasta que el toro buscó tablas, donde de nuevo los circulares fueron el recurso final. Una gran estocada puso en sus manos la segunda oreja y la consiguiente salida a hombros.
Jiménez se mostró muy desdibujado toda la tarde. Apático y sin alma, no se entendió con dos toros que sin ser buenos no se comieron a nadie.
Luque tuvo dos toros imposibles. Su primera faena, con el toro a menos, tuvo notables altibajos. Y el otro, manso de solemnidad, acabaría desarrollando peligro. El sevillano lo pasaportó con dignidad, aguantando miradas y parones.
Fuentes: Diario Córdoba
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