Por Milagros Pérez Oliva, defensora del lector del diario El País
El valor de la foto radica precisamente en mostrar lo que puede ocurrir en un espectáculo cuya esencia es contemplar cómo el torero sortea la muerte
Les confieso que me ocurrió lo mismo que a muchos de los lectores que me han escrito: cuando cogí el periódico el sábado día 22, sentí tal repulsión que se me cayó de las manos. Cuando me di cuenta de que aquello que salía de la boca del torero no era la lengua, lo que ya me había parecido sumamente desagradable, sino el asta del toro que le había entrado por debajo de la barbilla, sentí tal escalofrío que no pude evitar un grito de horror. Aunque inmediatamente me di cuenta de que era una foto excepcional , tardé un buen rato en poder observarla. Si empiezo mi artículo narrándoles mis propias sensaciones, algo impropio de un espacio como este, es precisamente para marcar de entrada el resbaladizo territorio en que nos vamos a mover: el de las emociones. Las quejas que he recibido, y son decenas, por la publicación de la fotografía de la pavorosa cogida del torero Julio Aparicio en la plaza de Las Ventas, incluyen toda la gama de adjetivos que el diccionario posee para expresar los sentimientos que van del desagrado a la repulsión.
Una de las lectoras, Dolores Hernández, de Valencia, acuña incluso una expresión del ámbito médico que, aplicada al periodismo, adquiere un nuevo sentido: "encarnizamiento informativo". "¿Era necesaria?", pregunta. Todos los lectores coinciden en que la imagen es terriblemente impactante y desagradable. Pero mientras los que me han escrito consideran que no debió publicarse, o por lo menos no en portada, la mayor parte de los redactores y responsables de la Redacción a los que he consultado estiman correcta la decisión...
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