En los alrededores de la plaza de Iñaquito se puede encontrar kioscos de comida, puestos de sombreros, comerciantes de gafas, gente publicitando sus restaurantes y productos en general. La Plaza representa una oportunidad más para hacer negocio.
Si se trata de dejar el automóvil, la seguridad es total pues los cuidadores de autos han decidido repartirse en las intersecciones cercanas a la Plaza y cobrar $2.00 dólares por estacionamiento. Calculando que son aproximadamente 15 carros por calle, la ganancia del día sería unos $30.00 dólares por cuidador.
Las casas de los alrededores también deciden hacer negocio, los dueños abren los garajes y brindan seguridad a los vehículos de los conductores que asisten al Coso de Iñaquito.
Los revendedores se ubican en las esquinas por donde llegan los aficionados y esperan que estos compren a como dé lugar las entradas para la corrida del día. A veces el alza al precio inicial puede ser tan exagerada que los taurinos desisten. Llegado el medio día, comenzada la corrida, los revendedores bajan los precios de los boletos incluso por debajo de lo que cuestan en taquilla. Es un negocio incierto.
Edwin Villamarín vende sombreros desde $7.00 hasta $27.00 dólares y botas para el vino de $12.00 a $16.00 dólares. Para ciertos aficionados estos objetos son indispensables.
“Sí, se vende bien. Más que todo por las corridas, además del sol que es fuerte al medio día y siempre hacemos descuentos, es que en la crisis toca”. Comenta Edwin.
Los clásicos sándwiches de pernil y de pavo a $1.50 dólares, al igual que las empanadas de morocho, son muy reclamados para el receso dentro de la Plaza. A las tres de la tarde, hora en que termina la corrida, la oferta culinaria de los alrededores, ofrece hornado, menudo, papas con cuero, caldos de gallina, parrilladas...
HORNADO. Estos cerditos ecuatorianos corrieron peor suerte que los toros.
Pero no todo es positivo. En comparación con años anteriores la crisis económica se siente. Yumara Sánchez trabaja en el restaurante La Media Res y cuenta que pensaron que este año les iría mejor pero no fue así, todo sigue normal como todos los días. “La venta no ha subido ni ha bajado”, dice.
Los vendedores de lotería también aprovechan, sin embargo Javier Ordóñez testimonia que la venta ha estado medio floja, camina y camina y no encuentra compradores.
Para la peluquería “La Tijera Loca” la clientela ha bajado notablemente, en un 40% "porque no tienen donde parquear" cuenta Yomara Santillán, una trabajadora.
El inspector Julio Flores, representante de la Policía Metropolitana dice que están divididos por zonas, cada una con un responsable que no permite las ventas sin permiso.
“Me parece que este año la gente está tomando conciencia, ya hay menos comerciantes sin permiso, ha bajado el número de ellos con relación al año anterior que provocaron caos. Hoy hay más control, pero como siempre la informalidad se da de todas formas. Poca, pero se da”.
A unos metros de los policías metropolitanos, estaba Walter Tamayo vendiendo pantalones de montar a caballo para rejoneo norteamericano. No le ha ido bien: “La Policía Metropolitana me impide vender una artesanía ecuatoriana, pillareña de la provincia de Tungurahua y lamentablemente, como vengo por primera vez a los toros no sé cómo se maneja esta situación. Quería mostrar mi producto, una verdadera artesanía de mi país, no estoy perjudicando ni robando a nadie. Aquí porque uno no coima a la policía no le permiten exhibir en vez de instalar locales para vender artesanía propia”.
Así transcurre el día a día en los alrededores de la Plaza de Toros Quito, negocios redondos y locales comerciales que sienten la pérdida económica, comerciantes ambulantes que no venden. En fin, todos esperan que mañana la suerte esté de su lado.
Tomado de: Blog de Vanessa Coronel
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