The New York Times, acaso el diario más importante del mundo, y La Repubblica, de Italia, han dedicado este mes sendos artículos a la pugna entre el fervor taurino de Barcelona por José Tomás y la iniciativa legislativa que pretende prohibir las corridas en la Ciudad Condal. Así lo recoge el portal español Burladero.com
Michael Kimmelman, autor del reportaje aparecido en la sección Arte del NY Times, asegura que "José Tomás todavía atrae multitudes. Para los aficionados es la última y mejor esperanza para el toreo. Solitario, es un torero de la intrepidez sobrenatural y tranquila, llena de historia y misterio, que se retiró en 2002, a los 27 años y la altura de su fama, sólo para regresar de forma inesperada cinco años más tarde en Barcelona para lo que resultó la primera vez en veinte años que se vendieron los 19.000 asientos de la Plaza Monumental".
El crítico de arte del influyente diario explica que "el toreo es una cuestión de patrimonio cultural español, dicen los aficionados. Europa podría unirse en torno a intereses comunes sociales y económicos, pero las culturas nacionales deben ser respetadas, y el toreo representa la diversidad cultural".
Kimmelman analiza como se ha llegado a la situación actual: "Durante los primeros años del siglo pasado, en Barcelona había no menos de tres plazas de toros. Era la meca de los aficionados. Hubo más corridas aquí desde la década de 1920 hasta la década de 1960 que en cualquier otra ciudad española".
"En los últimos tres decenios, la disminución de interés entre los jóvenes catalanes se ha combinado con la presión de los defensores de los derechos de los animales y de los nacionalistas catalanes a paralizar toreo en Cataluña. En las cuatro provincias de la región se han cerrado plazas de toros, Barcelona es la única que sigue activa".
Pase lo que pase en el Parlamento, Kimmelman deduce con claridad que "sería un error concluir que el fin de las corridas de toros aquí anuncia su prohibición en toda España. Esta es una presión que España siempre ha resistido desde el Parlamento Europeo y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos para poner fin al toreo. ¿Qué le pondrá fin, en todo caso, la indiferencia pública, la competencia más barata de entretenimiento como el fútbol y los juegos de vídeo o el paso de una generación de aficionados?".
Felizmente nada de esto ha podido acabar con la tauromaquia en el pasado.
La cobertura italiana
Por su parte, el periodista Marco Cicala de La Repubblica de Italia, asegura que "animalismo aparte, los nacionalistas catalanes perciben las corridas de toros como un símbolo de la colonización cultural española. La culpa de la decadencia de la plaza está en el nacionalismo antiespañol. Las corridas siempre han tenido detractores, pero se siguen haciendo en toda España: cerca de 2 mil 500 al año, lo que significa que la gente sí va".
Sobre José Tomás, el hombre de prensa italiano dice que "tiene una relación especial con Barcelona. Desde su reaparición abre y cierra la temporada en La Monumental, y sale a hombros luciendo la senyera, la bandera de Catalunya. Su lucha no podría ser más clara, silenciosa y simbólica. Su apoderado también es catalán. Es como si el matador quisiera decir a todos que en esta Catalunya bella y tolerante también caben los toros, que las corridas tienen derecho a sobrevivir".
Finalmente, La Repubblica recoge una frase del crítico de El Mundo, Javier Villán, que en su libro ‘Liturgia del Dolor' escribe: "En Barcelona, los aficionados viven una situación de clandestinidad terminal. La culpa de la decadencia no es sólo del nacionalismo antiespañol, sino también de una mala gestión empresarial y de una pasión popular cada vez más indolente..."
"La crítica es inexistente. Los toros son para turistas y para mujeres suecas" sentencia Villán, pero Cicala no está de acuerdo porque le consta que "la Puerta Grande de José Tomás fue una apoteosis. La gente gritaba ¡Torero, torero! Y en el delirio no se oía hablar sueco".
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