La relación del bardo afroperuano con el mundo de los toros no se limitó a su afición a las corridas pues su propio hermano, Rafael Santa Cruz, fue el último de los grandes matadores negros, quien tomó la alternativa en Barcelona, en 1952, de manos de Luis Miguel Dominguín y toreó en el Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Venezuela, México, Portugal, España, Francia y el norte de África.
En 1973, Nicomedes Santa Cruz declamó su décima a Belmonte en la Casa de España, en Lima, recibiendo una ensordecedora ovación:
A la muerte de Don Juan Belmonte
Para coger un pan sobre el morrillo
Dando pecho y axila a los pitones,
Juan, anónimo Juan, Juan Torerillo
No recibiste clásicas lecciones.
Para llevar a casa veinte duros
Entre la chifla de inhumano coro
Bebiste golpes, aspiraste apuros
Y al aire al suelo al aire y siempre al toro.
Del miedo, que es ingénito en el hombre,
Nació el valor, congénito en el hambre;
Así en la tauromaquia, Juan Sin Nombre
Fue antítesis del gran José Raigambre.
José, nieto de Venus y Vulcano
Fue un semidiós con la esbeltez de Apolo
(Frecuencia tuvo aquel Teseo hispano
En liquidar seis Minotauros, solo).
Mas Juan, el pobre Juan de carne y hueso,
El más mortal de todos los mortales
Opuso a sal valor, arrojo al seso
Y "molinetes" contra "naturales".
Tres siglos en la historia del toreo
Se derrumbaron ante dos colosos:
Del morisco e hispánico alanceo
Hasta el futuro en los taurino cosos.
Y Joselito muestra al horizonte
Toda una enciclopedia en su percal.
Y remata sus lances Juan Belmonte
Con su "media verónica" renal…
La Muerte se disfraza de capricho,
Y en la más increíble paradoja
Subsiste quien vivió a merced del bicho
Y muere quien "¡no hay toro que lo coja!"…
Quedan atrás los años de la infancia:
Sevilla y su noctámbula capea…
Como un Jasón, Juan, en su rica estancia
Mira en la tauromaquia una Medea.
Porque si en su niñez fue Juan Sin Suerte
Y fue en su adolescencia Juan Sin Pan,
Hoy, ya casi un anciano, es Juan Sin Muerte
Porque la Muerte tuvo miedo a Juan.
Y quien burló a la muerte en tantos ruedos,
Mil veces sentenciado por suicida,
Sólo cuando lo quiso, y con sus dedos
Mató su muerte y se quitó la vida…
A Juan, que no toreó por soleares,
Muerto, no he de llorarlo en seguiriyas.
Sean por martinetes mis cantares,
Cante de yunque y fragua y herrerías:
Cristo de la Expiración
Cachorro de los trianeros,
Bríndale tu absolución
Al mejor de los toreros
Cachorro, si en Viernes Santo
Te faltara un penitente,
Asóciate a nuestro llanto
Que es Juan Belmonte el ausente…
Los lectores al otro lado del charco han reaccionado al redescubrir estos rotundos versos:
- Vaya por su forma de escribir el señor Nicomedes podría perfectamente haberse criado en un corral de Triana en vez de en Lima - afirma un comentarista - menuda sensibilidad tienen alguna personas sin duda tocadas con una gracia especial , algunos para escribir como este hombre y otros para torear como lo hizo Belmonte - concluye.
Y en el blog de José Martínez Hens se cuenta que el hijo del poeta ha sugerido que se compare la azarosa carrera de Belmonte con la que ahora desarrolla José Tomás
Nicomedes Santa Cruz es el máximo representante de la negritud en el Perú por ser el primer poeta en tratar el tema negro resaltando la importante e inequívoca aportación del afroperuano en el devenir histórico del Perú. Prueba de ello es la designación del 4 de junio, fecha de su nacimiento, como Día de la Cultura Afroperuana.
Entradas sobre literatura:
- La Cuadrilla de Silverio Pérez (14 de diciembre de 2006)
No saben la alegria que me da haber visto otra vez mencionar el poema de Nicomedes,que me hizo descubrir ese ilustre,mentor mio en Lima,el ya desaparecido Pepe Durand Flores.
ResponderBorrarIsabella
Muchas gracias por el enlace, si bien no fue el hijo del poeta el que hizo la comparación de José Tomás, sino que me dejó el poema en una entrada en la que yo hacía esa comparación en cuanto a la edad de oro del toreo y una posible rivalidad Ponce-Tomás.
ResponderBorrarSoy un chileno enamorado de la cultura peruana y el gran Nicomedes Santa Cruz ha escrito uno de los más grandiosos poemas mortuorios en lengua castellana. Si bien no soy un aficionado a la tauromaquia, amo la figura de Juan Belmonte porque él solo espantó al infortunio, al terror y a la muerte. Ambos, Nicomedes y Juan ocupan un lugar inalterable en mi corazón. Yo también pido a Cristo la absolución de Juan Belmonte y mi corazón lo llorará de emoción más que de tristeza. Y al gran Nicomedes por si mismo ha construido su eternidad en la feliz memoria de la belleza universal.
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