- Solo Ponce triunfó en la Corrida de la Beneficencia
- Ausencia de toros frustró la apoteosis de El Juli y Castella
Textos: Vladimir Terán A.
Fotos: Cortesía diario La República/Arturo Pérez
En el principio de la tauromaquia estaba el toro, y el toro siempre será el verbo encarnado de la Fiesta Brava. Pueden contratarse los mejores matadores, pero mientras no haya toro, toro de lidia con bravura, trapío y pitones, nunca volveremos a hacer historia.
- Ausencia de toros frustró la apoteosis de El Juli y Castella
Textos: Vladimir Terán A.
Fotos: Cortesía diario La República/Arturo Pérez
En el principio de la tauromaquia estaba el toro, y el toro siempre será el verbo encarnado de la Fiesta Brava. Pueden contratarse los mejores matadores, pero mientras no haya toro, toro de lidia con bravura, trapío y pitones, nunca volveremos a hacer historia.
Afortunadamente la deslumbrante maestría de Enrique Ponce, acompañada de la pasión torera de Sebastián Castella y el empeño precozmente maduro de El Juli, salvó la tarde.
El maestro valenciano cortó dos orejas y salió a hombros de Acho gracias a un faenón imposible a un torete que, al igual que todos sus hermanos, era manso, anovillado y escaso de cornamenta.
El maestro valenciano cortó dos orejas y salió a hombros de Acho gracias a un faenón imposible a un torete que, al igual que todos sus hermanos, era manso, anovillado y escaso de cornamenta.
BAÑO DE GLORIA. Enrique Ponce da la vuelta al ruedo en solitario al finalizar la corrida.
Castella le cortó una oreja a su segundo enemigo y El Juli tuvo que conformarse con salir sin premios, esperando desquitarse el próximo domingo al lado del nacional Freddy Villafuerte y Sebastián Palomo, hijo.
Los toritos de Bernaldo de Quirós decepcionaron todos por descastados y mal presentados.
Tarde soleada y lleno de bandera que hizo tremolar el bicentenario coso al ovacionar la faena de Ponce, que podría valer el Escapulario de Oro de este año a menos que se considere que no se realizó frente a un toro bravo en el cabal sentido de la palabra.
SUERTE MAESTRO. Ponce saluda a El Juli antes de comenzar la corrida. Observan la escena el subalterno nacional César Díaz, El Yuca, y el empresario Nazario Villafuerte.
ENRIQUE PONCE
El torero de Chiva se presentó vestido de grana y oro. El primero que le tocó en suerte, Peregrino, no se fijó con su capote, embestía defectuosamente con el pitón izquierdo y no acudió a la primera pica. Antes rodeó y tumbó al caballero.
CAYÓ YACO. El primero de Ponce rodeó y derribó al caballo del buen picador nacional, el joven Santiago Reyes, Yaco II.
Ponce brindó su primera faena al torero peruano Gabriel Tizón y la comenzó con doblones (flexionando una pierna y estirando la muleta en la misma dirección), cambiando de mano mientras los ejecutaba. Intentaba corregir la fea embestida para proseguir con dos tandas de derechazos que hicieron sonar la música.
El de Bernaldo de Quirós se le aploma (ya no embiste), pero todavía le saca naturales antes de arrimarse brevemente a terrenos donde dice José Tomás que el valenciano no se arrima, es decir, los de los cuernos del animal.
Pinchó la espada en el espinazo del toro y luego mató con media estocada. El público pitó la salida del animal y el torero recibió ovación desde el tercio de la plaza.
Al cuarto de la tarde, segundo de Ponce, le pusieron el nombre de Artista solo por poner, pues era peor que el primero. No acudía a los cites y rascaba la arena en señal de mansedumbre. Recibió apenas una pica y el público protestó muy fuerte por considerarlo impresentable para Acho.
Sin embargo, el diestro dirigió el tercio de banderillas empeñado en que no le peguen muchos pases a un animal que evidentemente ya no ofrecía tela que recortar. Entonces, para sorpresa de todos, brindó su faena al público y se fue hasta donde mansurreaba su enemigo como si fuera posible hacerle sacarle algo.
Y sí fue posible, mágicamente posible, gracias a la sabiduría del torero que lo llevó al lado de los tendidos de sol. Allí, animando al público con gestos que parecían decir: "van a ver lo que se viene", despabiló a los músicos de la banda con una genial tanda de derechazos que puso de pie al respetable.
ARTISTA. Así se llamó este cuarto de la tarde, pero su nombre solo hacía alusión a la categoría del torero que lo mató.
Se desató el alboroto con seguidillas de derechazos y naturales tan perfectas, que sería necio intentar describirlas con palabras. Sebastián Castella se tragaba la faena con los ojos desde su burladero.
Fiel a su hierro, el toro ya no quería más, pero hubo de perseguir hipnotizado poderosos pases desmayados, trincherazos y de la firma. Todo un faenón, cerca de las tablas, que el público ovacionó de pie y culminó con doblones, muletazos invertidos y un pinturero abaniqueo para igualar las patas delanteras antes de matar.
La certera media estocada tardó en hacer efecto, pero fue suficiente para que "Artista", entre comillas, doble y sea retirado entre pitos. Acho premió al maestro con dos orejas y una emotiva vuelta al ruedo.
EN EL 13. Como en 1995, una espectacular faena al lado de los tendidos de sol le da el triunfo a Ponce.
JULIÁN LÓPEZ EL JULI
El Juli vistió ayer un terno tabaco y oro, color que va de acuerdo a una madurez taurina poco vista en toreros de su edad (25 años). Arrancó los primero oles con tandas de verónicas rematadas con medias verónicas.
Correcta la puya del joven peruano David de la Barra, a un mes de su alternativa como picador. Julián López cita en los medios a la hora de los quites. Chicuelinas y larga cordobesa.
Se nota que la mayoría de los limeños ven muy pocos toros pues ensoredecieron al matador con una silbatina por no banderillear como si hace años éste no hubiera anunciado, con comunicado y todo, que nunca más lo haría. Además no es una suerte que domine.
El Juli brindó su faena al público y de inmediato se puso a escuchar oles a la par que ejecutaba derechazos y derechazos invertidos a pie firme. El cuadrúpedo se muestra incierto en su embestida, pero la tanda se repite y pronto suena la música.
El mexicano gazapea (camina y no se detiene para arrancar con franqueza), se queda a medio camino y da la impresión de que no quiere acatar el mando del matador. Se le torea entonces en redondo con invertidos circulares que empiezan retrasando la muleta, dejando en claro quién manda a quien. Ovación.
El Juli brindó su faena al público y de inmediato se puso a escuchar oles a la par que ejecutaba derechazos y derechazos invertidos a pie firme. El cuadrúpedo se muestra incierto en su embestida, pero la tanda se repite y pronto suena la música.
El mexicano gazapea (camina y no se detiene para arrancar con franqueza), se queda a medio camino y da la impresión de que no quiere acatar el mando del matador. Se le torea entonces en redondo con invertidos circulares que empiezan retrasando la muleta, dejando en claro quién manda a quien. Ovación.
AQUÍ MANDO YO. El Juli imponiéndose ante su difícil primer enemigo y retrasando la muleta antes de mostrarla para torear en redondo.
El madrileño entra a matar sin estar igualado el toro y pincha, luego deja una casi medio estocada para acabar con Vientonuevo, que algo de tamaño tenía (526 kg), pero muy poco de raza.
Gladiador, el segundo de El Juli y quinto de la tarde, parece menos malo pero sólo recibe una minipica. El torero parece desanimado por su lote. No hace quites, no brinda y empieza una faena que al principio contrastaba, por su poca transmisión, con la que acababa de protagonizar Ponce.
El torero tiene que acompañar con su voz unos largos derechazos rematados con pase de pecho para corregir las feas acometidas de su enemigo y comenzar a animar al público.
Gladiador, el segundo de El Juli y quinto de la tarde, parece menos malo pero sólo recibe una minipica. El torero parece desanimado por su lote. No hace quites, no brinda y empieza una faena que al principio contrastaba, por su poca transmisión, con la que acababa de protagonizar Ponce.
El torero tiene que acompañar con su voz unos largos derechazos rematados con pase de pecho para corregir las feas acometidas de su enemigo y comenzar a animar al público.
HABLA CON ÉL. A su segundo rival tuvo que cantarle las embestidas para enseñarle como se debe pasar, pero el mexicano aprendió poco.
Se ven naturales, molinetes y más derechazos que emocionan algo, pero que son desaseados por los derrotes del astado. Por fin suena la banda tras una tanda completa de derechazos muy buenos, pero el matador ya está cansado del bicho. Tres pases más y mata al tercer intento.
SEBASTIÁN CASTELLA
El torero francés vistió de lila y oro, igual que la tarde de su apoteosis en Acho, el 2006. El primer toro le salió de tipo muy feo. Pobre de cabeza, corniapretado, anovillado y, como no, manso.
Distinguido (458 kg) es igualito de malo que sus pares y prefiere esconderse cerca de las tablas del redondel. Lo cita entonces Castella desde los medios de la arena para chicuelinas, verónicas y medias. Nada de nada. El torete solo pasa por el costado del matador para irse al otro extremo del ruedo, a donde le llama su mansedumbre.
CONMIGO NO ES. El primer toro de Castella, Distinguido, solo se distinguió por evadir la cita que tenía con el francés en los medios de la plaza.
El galo quiere brindar, pero renuncia porque se da cuenta que el público se hubiera enojado si le ofrecían la muerte de un descastado. Fuerza su acostumbrado cambiado, al que completa con un muletazo invertido y templados derechazos.
Se escucha oles que premian la voluntad que el diestro demuestra con naturales y pases de pecho, pero el animal no permite mayor lucimiento. El juez ordena que suene la música extemporáneamente y los de la banda tienen que recibir rechiflas.
Castella se arrima con pases invertidos, toreando largo rato a milímetros de los feos cuernos. Finalmente escucha un aviso mientras lo mata con media estocada tendida (más horizontal que vertical) y cinco descabellos.
Con el último de la tarde se luce poco con el capote, prefiere usar el percal para enseñarle a embestir. Brinda al público y comienza su faena de muleta haciéndole ver a su enemigo el primaveral cielo limeño con poderosos estatuarios.
Repite los ayudados por alto y se musicaliza su labor. Ya eran pasadas las 6 de la tarde y los flashes de cientos de cámaras digitales adornaban sus buenos derechazos desde los tendidos. El toro dobla las manos y se acerca a las tablas, pero Sebastián lo regresa a los medios para hacer peligrar su propia integridad con pases invertidos que remata con la suerte del teléfono y besito volado de yapa.
FAENA DE OREJA. Castella vistió el mismo traje de su triunfo del año pasado, pero solo su segundo enemigo le permitió mostar la importancia de su toreo y cortar un apéndice.
Lo pone en la suerte de matar con doblones y acaba con él con tres cuartos de espada que el de Bernaldo tarda en asimilar. Pitos para el toro y una oreja para el matador.
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